Había una vez un devoto adorador en los Banu Israil. ¡En una ocasión, experimentó tales limitaciones que su familia pasó siete días sin comer! Su esposa le dijo: “¿Por qué no sales y buscas algo para nosotros?”. Entonces salió y esperó entre los trabajadores (para encontrar algún trabajo). El resto de los trabajadores encontraron empleo, aparte de él. El adorador se dijo a sí mismo: “¡Por Al’lah!, hoy trabajaré para mi Rab (Señor)”. Por lo tanto, se dirigió a la orilla del mar, se bañó y, a partir de entonces, permaneció dedicado en Salah (oración) todo el día.

Cuando regresó a casa donde su familia más tarde esa noche, su esposa le preguntó: “¿Qué (trabajo) hiciste?” Él respondió: “Realicé un trabajo para mi maestro, y él prometió darme (alguna remuneración)”.

A la mañana siguiente, fue de nuevo al mercado y se paró entre los trabajadores. Una vez más, el resto de los trabajadores encontraron empleo, pero él no encontró trabajo. El adorador nuevamente se dijo a sí mismo: “¡Por Al’lah!, hoy trabajaré para mi Rab”. Luego se dirigió a la orilla del mar, se bañó y, a partir de entonces, permaneció dedicado en Salah todo el día.

Cuando regresó a casa esa noche y su esposa le preguntó qué trabajo había hecho, él le dio la misma respuesta. Sin embargo, ella (no estaba satisfecha y) comenzó a pelear y discutir con él. Pues se retiró a la cama en ese estado y pasó toda la noche dando vueltas, mientras sus hijos lloraban de hambre.

A la mañana siguiente, fue al mercado una vez más y sucedió exactamente lo mismo. Después de permanecer dedicado en Salah todo el día, cuando llegó la noche, pensó para sí mismo: “¿Adónde puedo ir? ¡He dejado a mi familia llorando de hambre!”.

A pesar de que le resultó difícil, finalmente se armó de valor y se fue casa. A medida que se acercaba a su casa, (asombrosamente) comenzó a escuchar sonidos de risas y alegría, y percibió el olor de carne seca, así como de carne asada. Entonces se frotó los ojos con las manos y se dijo a sí mismo: “¿Estoy despierto o dormido? Dejé a los niños llorando de hambre, y ahora puedo oler carne seca y asada, y puedo escuchar sonidos de risas y alegría”.

Luego se acercó y tocó la puerta, y salió su esposa radiante de alegría. Ella le dijo: “¡Oh!, fulano de tal, el mensajero de tu maestro trajo para nosotros algunas monedas de oro y plata, ropa, grasa, y harina, y dijo: ‘Cuando fulano de tal (es decir, tu esposo) llegue, entonces envíale Salam (saludos) a él y dile que su maestro le dejó el siguiente mensaje: ‘He visto tu trabajo y me agradó, así que si aumentas tu trabajo para mí, yo aumentaré tu recompensa’”. [Al-Muntazam vol. 2, pág. 174]

Lecciones:

  1. Al’lah Ta’ala nos instruye en el Sagrado Corán a buscar Su ayuda a través de la perseverancia y la oración [sura: Baqarah, aleya: 45]. Esta es la directriz divina para atraer la ayuda de Al’lah Ta’ala en cada situación. Por lo tanto, encontramos que el adorador no solamente recurre al Salah, sino que lo hace con mucha paciencia y perseverancia. Es esta misma firmeza la que atrajo la ayuda de Al’lah Ta’ala. También en nuestras propias vidas, es de suma importancia que nos volvamos a Al’lah Ta’ala para cada necesidad nuestra, y que perseveremos en el cumplimiento del Salah y le supliquemos nuestras necesidades. Cada persona debe dedicar un tiempo diario a esta noble causa y alentar a otros a hacer lo mismo.
  2. A veces, Al’lah Ta’ala no concede inmediatamente a una persona lo que está pidiendo, como fue el caso del adorador. Se lo niega y le permite pasar por alguna dificultad, sólo para conferirle algo mucho mejor a partir de entonces. Esta es la gran sabiduría de Al’lah Ta’ala, cuanto más nos esforcemos por Al’lah Ta’ala y le supliquemos, más nos colmará de Sus favores y cercanía.
  3. La mayoría de las veces, Al’lah Ta’ala oculta las recompensas inmediatas por los esfuerzos del Din que uno hace y las dificultades que uno atraviesa, y las transforma en un tesoro guardado para él en el Más Allá. La Ibadah (adoración), la súplica y el clamor a Al’lah Ta’ala en la angustia de uno, estos actos obtienen una recompensa mucho mayor de la que uno hubiera podido lograr de otra manera. Por lo tanto, uno nunca debe quejarse bajo ninguna circunstancia. Más bien, debe reiterar en su mente que cada situación; buena o mala, feliz o triste, fácil o difícil, es solo por parte de Al’lah Ta’ala, y la recompensa es solo con Él.
Este artículo fue publicado gracias a la colaboración de USWATUL MUSLIMAH.

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