Después de que nabí Musa (alayhis salam) huyó de Egipto, al recibir la noticia de que Faraón planeaba ejecutarlo, llegó a la tierra de Madián, que era el área de nabí Shuayb (alayhis salam). Como había huido atemorizado, viajó a pie sin provisiones ni zapatos. Al llegar a la aguada de Madián, Musa (alayhis salam) observó a muchos pastores sacando agua de un pozo y abrevando a sus rebaños.
Sin embargo, Musa (alayhis salam) también notó a dos mujeres jóvenes apartadas de la multitud. Estas jóvenes eran las respetadas hijas de Shuayb (alayhis salam). Llevaban consigo una manada de animales a las que estaban sujetando, impidiéndoles avanzar y mezclarse con los demás animales.
Al ver a las dos jóvenes en esta condición, Musa (alayhis salam) les preguntó: “¿Cuál era su impedimento (es decir, por qué no permitían que su rebaño también beba como lo hacen los demás)?”. Las dos jóvenes explicaron que estaban esperando a que los pastores terminaran de abrevar a sus animales y desalojaran el pozo para poder avanzar y abrevar a sus propios animales. Explicaron además la razón por la que llevaban a cabo esta tarea de llevar los animales al pozo diciendo: “nuestro padre es un hombre muy anciano”.
Era costumbre de los otros pastores que después de haber dado de beber a sus animales, sellaban el pozo colocando una gran piedra sobre la boca del pozo. ¡Tal era el peso de esta roca que se necesitaban hasta diez hombres para levantarla y moverla! Por lo tanto, las hijas de Shuayb (alayhis salam) no podían sacar agua del pozo para su rebaño. Más bien, se conformaban con dar a sus animales el agua que quedaba (fuera del pozo) después de que los animales de los otros pastores hubieran terminado de beber.
Sintiendo lástima por su condición y de acuerdo a la naturaleza de todos los Ambiya (alayhimus salam) de ayudar a los necesitados, Musa (alayhis salam) se adelantó para ayudarlas. Entonces fue al pozo, y tal era la fuerza con la que Al’lah Ta’ala lo había dotado que él solo movió la roca del pozo. Luego sacó agua y abrevó al rebaño por ellas. A partir de entonces, se fue a descansar a la sombra de un árbol.
En este punto, Musa (alayhis salam) estaba exhausto debido al largo viaje que había hecho a pie y extremadamente hambriento debido a que no había comido alimentos durante siete días. Tal era el alcance de su hambre que su estómago se había hundido hacia su espalda. Por lo tanto, humildemente se volvió hacia Al’lah Ta’ala y expresó su desesperación con estas palabras: “¡Señor mío! Realmente necesito cualquier gracia que me concedas”.
Cuando las dos jóvenes regresaron a casa, su padre se sorprendió porque habían regresado antes de lo normal. De ahí que les preguntó el motivo de su regreso anticipado, a lo que mencionaron al hombre que los había ayudado. Shuayb (alayhis salam) luego envió a una de sus hijas a invitar a Musa (alayhis salam) a su casa para que pudiera retribuirle por la amabilidad que les había mostrado.
La hija de Shuayb (alayhis salam) caminó hacia el lugar donde habían dejado a Musa (alayhis salam). Al llegar a Musa (alayhis salam) para transmitir el mensaje de su padre, la joven se cubrió la cara con la manga. Al describir la escena, el Glorioso Corán menciona: “[Más tarde,] una de ellas regresó y acercándose a él con recato”. En cuanto a Musa (alayhis salam), tan pronto como se dio cuenta de que la persona que se le acercaba era una mujer, bajó la cabeza y se abstuvo de mirar su rostro.
La joven transmitió el mensaje de su padre a Musa (alayhis salam) usando estas palabras explícitas: “Mi padre te envía una invitación para retribuirte por haber abrevado nuestro rebaño”. Mientras caminaban hacia la casa de Shuayb (alayhis salam), Musa (alayhis salam) le indicó a la joven que caminara detrás de él (para que su mirada no se cruzara sobre ella). Además, dado que él no conocía el camino a la casa de Shuayb (alayhis salam), le dijo que si necesitaba dar un giro en el camino, entonces que ella arrojara una piedra en esa dirección (para que él no tuviera que ver atrás hacia ella o para que ella no tuviera que levantar la voz para indicarle).
Dio la casualidad de que cuando llegaron, la cena ya estaba lista en ese momento. Shuayb (alayhis salam) le dijo a Musa (alayhis salam) que participara de la comida. Sin embargo, Musa (alayhis salam) rechazó la oferta. Shuayb (alayhis salam) le preguntó: “¿Acaso no tienes hambre?” Musa (alayhis salam) le respondió: “Ciertamente (la tengo), sin embargo, vengo de una casa que no vende ninguna acción del Más Allá (ni siquiera) a cambio de todo el mundo lleno de oro. (Por lo tanto, no aceptaré esta invitación porque) temo que esto sea una compensación por sacar agua del pozo para ellas (es decir, ayudar a las dos jóvenes)”.
Shuayb (alayhis salam) respondió explicándole que esto no era a cambio del amable gesto que les había mostrado. Más bien, mostrar hospitalidad a los invitados y alimentar a los demás siempre ha sido su hábito y el hábito de sus antepasados. Entonces Musa (alayhis salam) aceptó la invitación y participó de la comida.
A partir de entonces, Musa (alayhis salam) le relató a Shuayb (alayhis salam) lo que le había ocurrido y la razón por la que huyó de Egipto. Shuayb (alayhis salam) le dijo que no temiera ni se preocupara ya que este lugar no estaba bajo el gobierno de Faraón.
Luego, una de las hijas le sugirió a su padre que contratara a Musa (alayhis salam) como pastor de su rebaño, y mencionó que era fuerte y digno de confianza. De una vez Shuayb (alayhis salam) le preguntó cómo sabía eso, ella describió la manera en que él solo había levantado la roca que normalmente requería que diez hombres la levantaran. En cuanto a su confiabilidad, entonces esta cualidad podría medirse por la Hayá que mostró cuando vino con ella.
(Impresionado por el excelente carácter de Musa [alayhis salam]), Shuayb (alayhis salam) expresó su deseo de que se casara con una de sus hijas, con la condición de que trabaje para él por un mínimo de ocho años y otros dos años opcionales. Musa (alayhis salam) aceptó la oferta y se casó con Safura (alayhas salam), que era la hija que le había traído el mensaje. Luego trabajó como pastor de Shuayb (alayhis salam) durante diez años antes de regresar de nuevo a Egipto.
[sura: Qasas, aleya: 21 – 28, Sunanul Kubra Lin Nasai #11263, Al-Bidayah Van Nijayah vol. 1, pág. 287, Al-Kamil vol. 1, pág. 130, Jilyatul Awliya vol. 3, pág. 10 y Ma’ariful Quran vol. 6, páginas 626 – 631]
Lecciones:
- Aunque hay muchas lecciones importantes que se pueden aprender de este incidente, la lección que se destaca en particular es la Hayá: vergüenza, timidez y modestia. Las jóvenes hijas de Shuayb (alayhis salam) se vieron obligadas por una necesidad y una circunstancia genuinas a salir de su hogar. Sin embargo, todavía se aferraban firmemente a la Hayá y evitaban mezclarse con los hombres. Así mismo, cuando un de las hijas fue a transmitir el mensaje de su padre a Musa (alayhis salam), caminó con Hayá y también se cubrió la cara. Musa (alayhis salam) también exhibió Hayá en absoluto al no mirar el rostro de la joven y al indicarle que caminara detrás.
- Aunque las leyes del Niqab y Purdah que se aplican a nuestra umma no se aplicaban a la gente de ese momento, sin embargo, Hayá y adoptar Purdah fue una cualidad inherente e instintiva dentro de las mujeres nobles y piadosas. Fue por esta razón que la hija de Shuayb (alayhis salam) se cubrió la cara con la manga cuando se acercó a un hombre extraño, Musa (alayhis salam).
- Este incidente en realidad enseña la gran lección de que el lugar original de una mujer está dentro del hogar, y no al revés, como algunos intentan demostrar erróneamente. Por lo tanto, las jóvenes le explicaron a Musa (alayhis salam) que la razón por la que cuidaban de los animales para ganarse la vida era que su padre era demasiado viejo para cumplir con esta tarea. Además, tan pronto como encontraron una persona capaz y de confianza para hacer este trabajo en su nombre, sugirieron que su padre lo contratara y así las absolviera de la necesidad de abandonar el hogar.
- Cuando la hija necesitaba transmitir el mensaje de su padre a Musa (alayhis salam), lo hizo de manera breve pero completa. Por lo tanto, ella no entabló ninguna conversación extra ni charla ociosa con él, ni fue ambigua, dándole así la impresión equivocada de que tenía alguna intención equivocada al invitarlo.
- Shuayb (alayhis salam) no tenía otra opción que enviar a sus hijas a cumplir con esta importante tarea (de abrevar a las ovejas). Sin embargo, era tan cauteloso y vigilante con ellas que cuando regresaron antes de lo habitual, les preguntó al respecto. Desafortunadamente, algunos padres hoy en día ni siquiera cuestionan a sus hijos por llegar a casa después de la medianoche. Además, cuando su hija mencionó que Musa (alayhis salam) era fuerte y digno de confianza, Shuayb (alayhis salam) de una vez le preguntó cómo tenía esta información sobre un hombre extraño.
Este artículo fue preparado gracias a la colaboración de USWATUL MUSLIMAH.